Este ejercicio era para relacionarnos con el espacio exterior a través de la tela negra, haciendo que a través de la intervención en el lugar se diera a entender la comprensión espacial del mismo.
Tomamos como lugar unos espejos de agua vacíos que utilizamos como una especie de "piscina" de abrazos, donde la persona se metía y quedaba sumergida en abrazos de "sombras".
Esta fue una experiencia personal en el sentido de que el contacto que se hacía era directo ya que lo único que separaba a las personas dentro de la pileta y a la persona que se acostaba era una tela negra, pero al mismo tiempo era algo impersonal ya que uno nunca sabía quien era el que lo estaba abrazando.
Este ejercicio nos ayudó a superar la barrera del contacto físico, ya que solo se pudo llevar a cabo a través de la tela negra que era el único elemento que separaba a las personas por lo cual no se sentían intimidadas al momento de ingresar en la pileta.
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